MIGUEL ÁNGEL BLANCO
LA BIBLIOTECA DEL BOSQUE

LA BIBLIOTECA DEL BOSQUE

Aún es posible sumergirse en la vida secreta de la naturaleza. La tierra exhala en no pocos lugares un aliento denso que, al ser respirado por el hombre, le insufla de forma inmediata conocimientos y sensaciones que ya poseyó antes, cuando vivía en su seno. La sensibilidad telúrica del hombre antiguo puede recuperarse todavía. Nuestra capacidad de profundizar en lo antiguo para descubrir lo nuevo. La naturaleza se presenta así como una experiencia trascendente, un medio para que el hombre rescate su grandeza oculta, para que crezca espiritualmente y penetre en lo oscuro. El bosque es uno de esos lugares privilegiados en los que se puede sentir la palpitación de la madre tierra. Es el punto en el que el cielo se enraíza en la tierra, un espacio sagrado cargado de misterios. Es, por tanto, un ámbito propicio para la creación artística. El hombre, como el árbol, busca allí el alimento necesario para el desarrollo del alma. Hace ahora treinta años que me retiré a los bosques del Valle de la Fuenfría, en la Sierra del Guadarrama, movido por la constatación de que la intensidad y la verdad de mi trabajo artístico dependían de la concentración y, especialmente, de la soledad y el silencio que sólo allí encontraría. La vida vegetal nos enseña que la muerte y el enterramiento son imprescindibles para el renacimiento. Yo quise germinar en los bosques.

Biblioteca del Bosque

Hasta alcanzar una forma de expresión propia, experimenté un arduo y lento proceso de maduración y de búsqueda de lo esencial, de la auténtica sencillez, que me hizo ver que el orden superior se manifiesta casi siempre en lo pequeño y en lo humilde. El arte es vivencia. La simple acción de caminar a lo largo de los senderos del bosque desarrolla una mirada para lo esencial, acrecienta la receptividad y afina los sentidos. El caminante está al acecho, en estado constante de alerta, intentando ver en el paisaje más allá de lo acostumbrado, extendiendo la realidad. El bosque comunica un estado interior de serenidad, de pureza y de optimismo. Lo que allí ocurre, esos acontecimientos que pasan desapercibidos para los extraños, es siempre razonable, justo y definitivo. Ningún copo de nieve cae en el lugar equivocado.

No es posible describir la experiencia de la participación en el misterio de lo natural. Mi obra, que surge toda ella de esa participación, no es explicativa: es una recopilación, en crecimiento continuo, de descubrimientos, de revelaciones, de invocaciones, de conjuros, de ceremonias rituales… conservados, VIVOS, en los libros-caja que componen mi Biblioteca del Bosque. Aunque he hecho diversos tipos de dibujos, esculturas y grabados, considero que mi creación más importante es la Biblioteca, comenzada en el invierno 1985 y compuesta en la actualidad por 1.171 libros-caja, en la que continuaré trabajando seguramente aún muchos años.

La Biblioteca es un proyecto escultórico y vital, obra abierta a la amplitud de la naturaleza realizada con la lentitud y constancia con la que crece el árbol. Cada libro es una simbiosis entre el ángulo recto y la forma biológica. Comparto con el arte oriental el deseo de alcanzar una composición orgánica, en la cual lo lleno encarna la sustancia y el vacío garantiza la circulación de los soplos vitales. Uniendo así lo finito a lo infinito, como la propia creación. Tal vez, el fin de la obra sea entender el lenguaje secreto del cosmos, crear un gran misterio partiendo de una hebra de helecho o una gota de resina. Ser eco de lo efímero. Lograr la correspondencia con el universo y que el universo responda.

El libro, instrumento por excelencia de transmisión de conocimientos, no está compuesto, en mi caso, de palabras. Es otro el lenguaje el que habla. Es el fragmento de naturaleza capaz de comunicar todo un mundo al que las palabras sólo pueden aproximarse. Invocaciones silenciosas. Todos los componentes de mis libros proceden de los reinos de la naturaleza, incluso la madera de las cajas y los distintos papeles -transformación sutil del corazón leñoso- de las páginas sobre las que dibujo. Los libros tienen, de hecho, una gran relación con el árbol, incluso terminológicamente, pues liber es también la parte viva de la corteza de éste. Las palabras, libro, liber, byblos, biblia, son sinónimos, y designan en botánica la piel del árbol, la corteza de la madera, el habitus, el revestimiento.

Cuando ejecuto un libro sigo un ritual. Para lograr una obra verdaderamente pletórica de la energía que percibo y que pretendo transmitir, es fundamental no salir en ningún momento de ese estado de concentración. La montaña interviene en la creación, a través de algún elemento del paisaje: el momento en el que, en mis recorridos atentos, se produce la visión. Pero también participa en otro sentido: me proporciona los materiales que incluiré en la caja o que me servirán para hacer los dibujos de las páginas. Por ello, la naturaleza generosa, de la que dependo, ha de ser propiciada con gestos de agradecimiento que piden además su protección. Así ha ocurrido siempre, y de esos gestos de propiciación nació el arte.

La caja es un pequeño santuario recóndito, un sancta sanctorum. Sellada con vidrio, hermética, para mantener sus contenidos, es arca, esenciario, relicario y crisol todo a un tiempo. Musgos, líquenes, cortezas, acículas, piñas, pólenes, zarzas, hongos, cera, raíces, tierras, minerales o resinas son algunos de los materiales que he recolectado. Materiales que liberan imágenes ocultas o latentes. Dentro de una pequeña caja pueden abrirse abismos insondables, vislumbrarse lagos profundos, espacios infinitos, tormentas, arroyos, fuegos… y hasta, a través de una gota de resina, la formación del Universo. Micropaisajes. El libro caja es la memoria de lo inmemorial. Pero nunca podremos abarcar la infinitud de la dimensión íntima.

El acontecimiento que se recoge o se recuerda en la caja es introducido por las páginas que la preceden. El sucederse de las páginas es asimilable al movimiento del alma al caminar, relación que otorga al libro un carácter dinámico. La elección del papel es muy importante, pues su textura y su color están ya hablando antes de convertirse en dibujos. Que el papel se adapte al material. He utilizado una gran cantidad de variedades de papel: desde el humilde de estraza al suntuoso de pergamino, pasando por el vegetal, los japoneses de kozo, los nepalíes de corteza de lokhte, los de caña de azúcar de la India, los tailandeses de fibra de morera y otros muchos. Las técnicas puestas en juego para la realización de los dibujos son también muy variadas: las aspersiones de tinta, las huellas positivas o negativas de materiales utilizados en la caja, las líneas de fuego, las marcas hídricas o distintas técnicas de grabado.

Una vez sellada la caja, procedo a encuadernar el libro y a realizar un estuche de madera para él. Es importante para mí el ejecutar yo mismo cada una de estas operaciones, lo que me proporciona una independencia creadora total y evita cualquier contaminación externa. Finalmente, el libro pasa a integrarse en mi gran escultura, la Biblioteca del Bosque, que concibo como una obra en proceso de crecimiento continuo. La Biblioteca es un pinar donde la escala variable de los árboles queda reflejada en los distintos formatos de los libros.

A pesar de que algunos libros han abandonado la Biblioteca, ésta tiene vocación de unidad y de permanencia. Es seguramente aún pronto para pensar en su destino, pero sí tengo claro que no debe desmembrarse, y que en el futuro debe reunirse en un pequeño museo que tendría que ubicarse en el medio natural. Un museo para paseantes, con arquitectura integrada en el paisaje, a través del cual se profundizara en el conocimiento y la sensibilidad hacia el entorno.


It is still possible to plunge into nature’s secret life.  In some places, earth emits a dense breath, which, when inhaled by man, immediately passes on to him knowledge and sensations he possessed in former times, when living in its bosom. The telluric sensibility of ancient man can still be retrieved. Our capacity to fathom the ancient to discover the new. Nature presents itself as a transcendent experience, a means of reclaiming man’s hidden greatness, so that he may grow spiritually and penetrate the dark. The forest is one of these privileged places, where it is possible to feel mother earth’s throb. It is where the sky takes roots in earth, a sacred space heavy with mystery. It is therefore a propitious place for artistic creation. Man, as a tree, searches the necessary nourishment for his soul’s development there. Twenty years ago, I retired to the woods of the Fuenfría Valley, in the Guadarrama Mountains, as I knew that the intensity and the truth of my artistic work depended on concentration, and especially on the solitude and silence I could only find there.  Plant life shows us that death and interment are essential for rebirth. I wanted to sprout in the forest.

Until I found my own mode of expression, I suffered a tough and slow maturing process, a search of the essential, of true simplicity, which led me to realize that the superior order almost always manifests itself by means of the small and humble.  Art is experience. The simple action of walking about the forest’s paths opens the eyes to the essential, increases receptivity and tunes the senses. The walker is on the watch, on a constant alert, trying to see in the landscape more than the usual, expanding reality. The forest creates an inner state of serenity, pureness and optimism. What happens inside, these events that a stranger does not notice, is always reasonable, right and definitive. No snowflake falls in the wrong place.

It is not possible to describe the experience of sharing nature’s mystery. My work, all of which arises from this participation, is not explanatory: It is a constantly growing compilation of discoveries, of revelations, of invocations, of spells, of ritual ceremonies, kept ALIVE in the box-books that make up my Forest’s Library. Even though I have made different kinds of drawings, sculptures and engravings, I deem the Library my most important creation. It was begun in winter, 1985, and is nowadays made up of 1.078 box-books. I will probably continue working on it for many years.

The Library as sculpturing life project, a work open to nature’s vastness, carried out with the same slowness and steadiness with which a tree grows, a symbiosis between the right angle and the biologic form. I share with oriental art the wish to achieve an organic composition, in which fullness represents substance and emptiness the circulation of vital breaths, joining in this way the finite and the infinite, like creation itself. Maybe the goal of the work could be to understand the universe’s secret language, to create a great mystery from the starting point of a piece of fern or a drop of resin. To be an echo of the ephemeral. To establish communication with the universe and receive an answer from it.

The book, ultimate tool for the transmission of knowledge, is not composed of words in my case. The language spoken is another. It is the fragment of nature capable of communicating a whole world, which words can only approach. Silent invocations. All components of my books originate in nature’s realms, even the wood of the boxes and the different papers – subtle transformation of wooden hearts – of the pages on which I draw. In fact, books have an important relationship with trees, even etymologically, for the Latin word liber (= book) also means the living part of the tree’s bark. The words libro, liber, byblos, bible, are synonymous and designate in botany the tree’s bark, the wood’s bark, the habitus, the lining.

When I make a book, I follow a ritual. To achieve a work that is really brimming with the energy I perceive and I want to transmit, it is essential not to loose this state of concentration even for a moment. The mountain participates in creation, suggesting by means of some element of the landscape: It is the time when, in my mindful walks, vision arises. But the mountain also participates in another sense: It provides the materials that I will include in the box or that I will use to make the drawing’s pages. Therefore, generous nature, on which I depend, has to be propitiated by gestures of gratefulness, that also ask for protection.  So it has ever been, and art was born from these gestures of propitiation.

The box is a small recondite sanctuary, a sancta sanctorum. Sealed with glass, hermetic, to preserve its contents, it is at the same time ark, essence-container, shrine and crucible. Moss, lichen, barks, needles, pine cones, pollen, brambles, fungi, wax, roots, earth, minerals or resins are some of the materials I have collected. Materials that liberate secret images. Unfathomable abysses, deep lakes, infinite spaces, storms, creeks, fires… may open inside a small box. One may even contemplate the creation of the universe in a drop of resin. Microlandscapes. The box-book is the memory of the immemorial. But we will never be able to span the infinity of the inner dimension.

The event collected or remembered in the box is introduced by the preceding pages. The succession of the pages is like the soul’s movement when walking, relationship which confers the book a dynamic character. The selection of the paper is very important, for its texture and colour speak before being turned into drawings. The paper should be adapted to the material. I have used a great variety of papers: From the humble brown wrapping paper to the sumptuous parchment, also vegetable paper, kozo paper from Japan, lokhte-bark paper from Nepal, sugar-cane paper from India, mulberry-fibre paper from Thailand and many others. The techniques employed for executing the drawings are also very varied: Ink-sprinklings, positive or negative imprints of the materials used in the box, fire lines, water marks or different engraving techniques.

When the box is sealed, I proceed to bind the book and I build a wooden case for it. It is important for me to carry out each of these steps by myself, for it gives me total creative independence and avoids any external contamination. Finally, the book is integrated in my great sculpture, the Forest’s Library, which I conceive as a work in continuous growth. The Library is a pine grove, where the variable scale of the trees is reflected in the different formats of the books.

Although some books have abandoned the Library, it has a vocation for unity and permanence. Probably it is too early to think about its destiny, but one thing is clear to me: It should not be dismembered, and in the future it should be reunited in a small museum situated in a natural environment. A museum for walkers, with an architecture integrated in the landscape, which would deepen knowledge and sensibility towards the environment.

(Translated by María Lleó Castells)