MIGUEL ÁNGEL BLANCO
LA CABAÑA MÍSTICA

LA CABAÑA MÍSTICA

GALERÍA COLUMELA, MADRID. DICIEMBRE DE 1990

exposición

DOSEL FORESTAL. 1989. Hierro y pino costero. 205 x 65 cm
LA CABAÑA MÍSTICA 1989. Hierro y pino costero. 180 x 110 cm
REFUGIO ARBÓREO DEL ADIVINO. 1989. Hierro y pino costero. 141 x 110 cm
Libro nº 347
LAS AMANITAS MUSCARIAS INTERCAMBIAN EL DÍA CON LA NOCHE
18.1.1990. 260 x 118 x 22 cm
Libro nº 339
A.M. LA ASESINA DE DIOS
2.12.1989. 275 x 133 x 40 cm
Libro nº 341
LA SOMBRA DEL HONGO ES CIRCULAR
4.12.1989. 245 x 119 x 40 cm
Libro nº 359
EL SEXTO SENTIDO
5.4.1990. 212 x 115 x 25 cm

 


catálogoLA SOLEDAD DEL BOSQUE
FRANCISCO CALVO SERRALLER

With some uncertain notice, as might seem,
Of vagrant dwellers in the houseless woods…

W. Wordsworth y S. T. Coleridge


De las dos acepciones, literal y metafórica, que pueden darse al término emboscado, ambas le cuadran a Miguel Ángel Blanco. Éste vive en el bosque, pero, aunque no lo hiciera, su actitud seguiría siendo la de un emboscado. De hecho, la decisión tomada por Miguel Ángel Blanco, hace ya algunos años, de irse a vivir fuera de la ciudad, en plena serranía madrileña, vecino al bosque, estuvo cargada de significación moral. Fue un gesto de voluntario apartamiento, que ha de recordarnos la extrema determinación con que tradicionalmente en nuestro país alguien decidía «echarse al monte».

Además de las conflictivas razones coyunturales, de índole política, social o económica, por las que alguien se echa al monte -se aparta de sus semejantes-, hay en esta decisión radical una creencia básica en que finalmente la verdad sólo podrá ser desvelada en el apartamiento, en los lugares recónditos, bosques despoblados o cuevas de ermitaño.

«El bosque es un lugar secreto -ha escrito Ernst Jünger en La emboscadura-, es lo que en alemán se dice heimlich. Esta palabra es una de esas que contienen simultáneamente dos significados opuestos. Lo secreto es aquello en que se puede confiar, es la morada bien abrigada, el bastión de la seguridad. Pero es también lo recóndito y lo escondido y en este sentido se aproxima a lo inquietante y siniestro. Siempre que tropezamos con raíces de ese género podemos estar seguros de que en ellas resuenan la gran antítesis y la no menos grande identidad, a saber; la Vida y la Muerte; los misterios se ocupan en dar solución a ese problema.»

El Arte es un misterio, aunque, como tal, hoy también profanado, de tal manera que necesita ser redescubierto en lugares recónditos. Desde luego, en la decisión de Miguel Ángel Blanco de echarse al monte hay una búsqueda artística, que nada tiene que ver, sin embargo, con la ecología, ese mitológico acercamiento a la naturaleza despojada de lo inquietante y de lo siniestro; esto es: de su poder aleccionador.

El emboscado no sabe lo que se va a encontrar y está atento. En el bosque respeta sobre todo las piedras, los árboles y los ríos, porque, como cuentan las antiguas leyendas góticas, en ellos habitan las divinidades, esos seres que Heine denominó «los dioses en el exilio». En las piedras viven los enanos; en los bosques, las sílfides; en las aguas, las ondinas, El bosque no es, como ahora se dice, delatando la intención explotadora, una reserva natural, rica en toda suerte de especies vegetales y animales, que hay que «proteger»; el bosque, a diferencia de nuestra desanimada sociedad actual, está animado, y a él hay que acudir en busca del alma perdida o a perderse. Lo que Miguel Ángel Blanco trata de transmitirnos con su obra es la experiencia en el bosque como iniciación en el misterio de la animación. Sus esculturas, dibujos y libros están formados a partir de los materiales sagrados que el bosque ofrece: de las piedras, los árboles y las aguas. Es evidente que habla un lenguaje simbólico, pero de naturaleza extraterritorial, más allá de convenciones preestablecidas.

Las esculturas, hechas con madera y hierro, constituyen lo que podríamos denominar una ciencia armada, como lo es conocimiento, cuyas raíces han llegado a la profundidad mineral, pero también una sabiduría forjada, capaz de navegar cual barca que surca los misterios de la vida. El cuerpo central del templo es la nave, una barca mística construida originalmente toda de madera. El arca de Noé fue la nave-templo que preservó la vida del cataclismo purificador del diluvio. Fue la cabaña donde se refugiaron los seres vivos, una pareja por especie capaz de garantizar la regeneración. La cabaña o cueva del eremita, en medio del bosque, en la ladera de la montaña, es el refugio de los misterios, que garantizan el salvamento o la salvación del extraviado en busca de la verdad.

Los dibujos son las aspersiones que salpican las ramas sobre cl papel vegetal. Es una escritura del bosque en la que el calígrafo sacude una energía que deja unas huellas impresas.

Los libros son los estuches o las alforjas donde cl emboscado atesora sus hallazgos.

El emboscado es el emboscado.

Hace cuatro años prologué otra exposición de Miguel Ángel Blanco, su primera exposición individual, donde mostraba con el título A Forest -«Un bosque»-, algunas de sus piezas forestales, entre ellas los primeros libros, que hoy forman ya una amplia biblioteca de 389 ejemplares. Durante todos estos años, en que he seguido con atención lo que hacía, he comprobado cómo iba enriqueciéndose su experiencia que no es, sin embargo, un simple cauce de novedades. Ello es debido a que ha elegido el espacio y no cl tiempo como perspectiva, un claro en el bosque y no una crónica. Esta es, desde luego, una perspectiva intempestiva, pero con todo, la única posibilidad real de llegar a alguna parte. Es una perspectiva fundamental.

Esta perspectiva se forma antes de la historia: es la perspectiva original, a partir de la cual se fundan las tradiciones. «La respuesta es que las tradiciones de origen prehistórico -afirma Frithjof Schuon- están hechas, hablando simbólicamente, para el espacio y no para el tiempo, es decir, que han salido a la luz en una época primordial donde el tiempo aún no era más que un ritmo dentro de una beatitud espacial y estática y donde el espacio y la simultaneidad todavía predominaban sobre la experiencia de la duración y el cambio; las tradiciones históricas, por el contrario, deben contar con la experiencia del tiempo y prever la inestabilidad y la decadencia, puesto que nacieron en épocas en que cl tiempo se había hecho como un río rápido y cada vez más devorador, donde la perspectiva espiritual debía centrarse sobre el fin del mundo».

La perspectiva del emboscado vuelve intempestivamente a introducir el espacio como el lugar donde cobra sentido original la experiencia artística, aunque sea antimoderna. A la sombra de los árboles, el arte deja de ser experimento, donde se ensayan novedades, para regresar a su condición de experiencia. En el espacio de esta experiencia, el artista emboscado, como el monje, vive la soledad, y su misión no es otra que la de «recordar a los hombres lo que es el hombre. Este esfuerzo, bien vale un apartamiento, echarse al monte.

No creo que haya mejor colofón para este escrito que completar los versos con que lo encabecé:

Como algún incierto aviso que ser pudiese
de habitantes vagabundos de los bosques despoblados,
o de alguna cueva de ermitaño, donde junto al fuego
el ermitaño se sienta en soledad.