MUSEO DEL LIBRO. BIBLIOTECA NACIONAL, MADRID. 1996
LIBRO Nº 365 LA TEMPESTAD SURGE DEL POLEN (ALUD) 6 5 1990. 110 x 212 x 22 mm Una página de papel vegetal con polen, acuarela y líneas de fuego Caja con polen de pino negral recogido el 1 de mayo de 1990, Cercedilla |
LIBRO Nº 434 EL PINO DE LAS TRES CRUCES Julio de 1991. 154 x 260 x 40 mm 4 páginas de papel vegetal y de pergamino con barniz y líneas de fuego Caja con fragmento del Pino de las Tres Cruces sobre cera |
LIBRO Nº 465 ESTROBILUM 25 3 1992. 120 x 273 x 30 mm Tres páginas de papel vegetal y fabriano gris con huellas de piñas y dibujos lineales con puntos de fuego Caja con 52 placas escamiformes de pinus pinea y corrientes vitales que se deslizan invisibles |
LIBRO Nº 469 EL ABEDUL PROHIBIDO 14 4 1992. 130 x 211 x 25 mm Dos páginas en cartón negro con rendijas Caja con piel de abedul blanco del Valle de la Fuenfría sobre cartón negro y moaré |
LIBRO Nº 508 CICLO DEL MUSGO. ACTIVIDAD ÍGNEA 14 12 1992. 137 x 226 x 19 mm Una página de papel de Nepal negro y una página de papel pergamino con líneas de fuego Caja con musgo de Cercedilla con líneas de fuego |
LIBRO Nº 527 AUET II 13 4 1993. 140 x 273 x 18 mm Dos páginas de papel de fibra de kozo japonés con sellos de abeto Caja con hojas y resina de abeto del Valle de Arán y piedra de la Abadía de Conques, Francia |
CARLOS ORTEGA
En el principio fue el árbol. De él se desprendieron las hojas, cayeron las ramas y se convirtieron en páginas en las que plasmar los sueños del ser humano. Las páginas se hicieron libros y conformaron bibliotecas.
Retomar el origen matérico de estos sueños convertidos en signos sobre el papel que la Naturaleza procura es lo que evoca la Biblioteca del Bosque de Miguel Ángel Blanco. Libros-paisaje que despiertan los sentidos del tacto, del olfato, de la vista, en un maridaje entre la Naturaleza y la Cultura que rompe la antítesis con la que a menudo se reviste este binomio. Cuántas veces los amantes de los libros no recuerdan el placer que les depara tomar el libro recién salido del horno de la imprenta, hojearlo y aspirar el olor de la tinta aún caliente como un rito previo que dispone a la mente por los caminos solitarios de la lectura. Los libros-caja nos traen los aromas del viento, los ruidos del bosque, las formas de hojas, flores, setas, los colores de las estaciones. Encierran, más allá de la memoria del hombre, con la delicadeza del interlocutor atento de los elementos naturales, el arte inmemorial de la Tierra.